
Más allá de que el tema estuvo en los últimos años en el tapete, voló por los aires durante los Juegos Olímpicos de la mano de dos boxeadoras, la argentina Imane Khelif y la taiwanesa Lin Yu-ting, que se quedaron con el oro olímpico en medio de acusaciones de que no eran mujeres.
Hace algunas semanas, el nuevo presidente de la Federación Internacional de Atletismo (World Athletics), Sebastian Coe, planteó que el mundo del deporte debe defender al deporte femenino luego de, justamente, la controversia generada con el boxeo en París 2024. Y el tema volvió a la mesa.
En estos tiempos de inclusión, nadie quiere hablar demasiado sobre el tema para no ser cuestionado y ser acusado de discriminación. Y, de yapa, mucho se utiliza políticamente este tipo de situaciones.
Lo que está claro es que el hombre tiene una ventaja enorme a la hora de competir contra mujeres. Algo lógico, por cierto, más allá de todo lo que dice la ciencia.
La Sociedad Española de Medicina del Deporte fue una de las que dio a conocer el pasado año su opinión y conclusiones sobre la participación deportiva de personas con reasignación de sexo, transexuales y con intersexualidad, y puso sobre la mesa sus conclusiones.
“Las diferencias anatomofuncionales entre sexo femenino y masculino son muy importantes. El sexo masculino muestra unos porcentajes de ventaja funcional y de rendimiento deportivo muy superiores al femenino que, en conjunto, se pueden situar entre el 15 y el 30%”, relata el informe, por lo que “estas diferencias significan que las mujeres obtendrían resultados deportivos muy inferiores a los hombres en el supuesto de que compitieran juntos”.
Aclara además que “el sistema de clasificación por sexos, utilizado desde el momento en que empezó a haber participación femenina en el deporte, se basa en las insalvables diferencias de rendimiento entre mujeres y hombres”, por lo que “la inclusión de mujeres trans (transexual hombre a mujer) que han realizado la reducción de las cifras de testosterona a los niveles que permiten las normas actuales de algunas federaciones deportivas en la competición con mujeres implica generalmente una ventaja funcional en el rendimiento notablemente significativa”.
Así, “la inclusión de mujeres trans (transexual hombre a mujer) que no han realizado la reducción de las cifras de testosterona en la competición con mujeres supone generalmente la misma ventaja que tienen los hombres sobre las mujeres”.
Diferente es el caso del hombre trans (mujer a hombre), “que no supondría ninguna ventaja funcional en el rendimiento deportivo”.
Las diferencias están claras, y la Sociedad Española de Medicina del Deporte puso sobre la mesa la ventaja deportiva que tiene el hombre con respecto a la mujer.

Pero el informe evalúa además otro aspecto que no es menos importante, y es qué origina la competencia conjunta “de mujeres con mujeres trans, tanto las que han realizado una reducción de la tasa de testosterona como las que no”.
En ese sentido, enumera el “aumento del riesgo de lesiones en las mujeres en muchos deportes”, así como “mayores cualidades funcionales de las mujeres trans”, así como “mayor rendimiento y resultados deportivos, en las mujeres trans”.
También remarca la “perpetuación de diferencias de rendimiento insalvables para las mujeres”, el “posible abandono de la práctica deportiva de mujeres” así como la “posible desincentivación de la práctica deportiva en las mujeres”.
El gran desafío de los rectores del deporte a nivel universal es cómo se incluye a los transexuales en el deporte, y se respeta su derecho a practicarlo y también a competir, pero con reglas justas para todos.
El informe en cuestión, más que interesante, por cierto, puede leerse completo en el siguiente link: www.femede.es/documentos/Posicionamiento_SEMED_sexo_genero_deporte.pdf