
“Me vine a Salto para apostar por mi carrera. Estaba trabajando en Paysandú, pero largué todo para entrenar y pelar, y me vine a Salto”. Así de cruda y fuerte fue la apuesta que realizó Xiomara Píriz, que con 28 años decidió dedicarse plenamente a las artes marciales mixtas, soñando y confiando que todo el potencial y el sacrificio darán sus frutos.
Xiomara, que comenzó practicando boxeo y se enamoró de las MMA, largó todo para vivir en la capital naranjera, donde entrena con Gabriel Vilar, en Círculo Sportivo.
“Empecé boxeo en el barrio, frente al cementerio, con un señor que se llamaba Cristian. Tenía 15 años y comencé por el comportamiento, porque siempre caía en provocaciones y terminaba en problemas, sobre todo en el liceo. Él tenía unos contactos y terminamos en Salto. Pero no alcancé a hacer peleas de boxeo en ese momento. Sí después, de grande, que entrené con La Barra Box en el Remeros, y ahí sí tuve mis primeras peleas, estuve en el Campeonato Mercosur… Sumé tres peleas”, recordó Xiomara en un mano a mano con Chicos las Pelotas.

La historia de la sanducera es muy particular. Hizo boxeo pero no peleó en su momento, y se metió de lleno en las MMA ya como profesional.
“Cuando tenía 18 años me invitaron a pelear kickboxing en Salto, y así conocí a mi entrenador. Nos invitaron a una pelea de MMA y fue el paso para comenzar con mi carrera, al punto que la primera pelea ya fue como profesional. No eran muy conocidas las MMA acá hace 10 años, y si bien está todo muy avanzado, a las mujeres nos cuesta un poco más”, repasó.
Hoy, Xiomara tiene 17 combates, 13 de los cuales ganó y perdió cuatro. “Después me gustó, me encantó, y me enamoré de las MMA. La felicidad que me da después de cada pelea y lo que mejoro como persona también me han llevado amar esto. Ahora soy disciplinada y quiero dar el ejemplo también a las otras chicas”.
“He peleado en Brasil, en Paraguay, en Argentina. Siempre sola, con esfuerzo propio, trabajando en silencio, haciendo las cosas con más tranquilidad”, reconoció.

Pero el sacrificio es enorme. “Yo estoy enfocada en el entrenamiento”, asegura. Y confiesa a corazón abierto y llena de orgullo: “dejé mi casa, mi trabajo en Paysandú y me vine a lo de una amiga en Salto. Estoy haciendo lo que se puede para vivir: a veces vendo chorizos, voy a la feria, trabajo en la cosecha de arándanos… Pero todo es para poder estar acá, entrenar y pelear”.
Xiomara apuesta todo. Porque sabe lo que puede dar. Y porque confía en ese potencial que se alimenta en el sacrificio diario.
“La meta es llegar a un clasificatorio para entrar en la UFC. Después de la última pelea nos ofrecieron ir a otra liga, el paso previo a la UFC, que es Combate Global en Estados Unidos”, dijo quien cuenta desde hace algunos meses con un manager uruguayo radicado en Estados Unidos, que evalúa el camino a seguir.
“Es que yo no sé hacer otra cosa y sé que soy buena. Estudié, hice muchas cosas, pero siempre volví a pelear. Y cada vez que peleo siento que avanzo mucho. Sé que estoy a un nivel en el que puedo pelear con las demás, sé que tengo que hacer el esfuerzo para llegar, y lo estoy haciendo”, reconoce quien tiene su sueño entre ceja y ceja tras muchos años de trabajo: “estar en la UFC: quiero ser la primera uruguaya en estar en las mayores franquicias del mundo”.
Así, mientras el sacrificio diario no cesa, “estamos esperando que surja la posibilidad”, aunque es posible que se pueda dar el paso previo de ir a entrenar un par de meses a Brasil para luego desembarcar en Combate Global.

Xiomara recorre cada uno de los detalles de lo que imagina, de lo que proyecta. Con los pies sobre la tierra, basada en lo que sabe que puede dar. Y sabiendo que eso de trabajar en soledad conlleva un doble sacrificio.
“Es que no he buscado apoyo”, dice ante la consulta. Y reconoce que “me cansé un poco de pedir ayuda y la gente lo ayuda mucho”.
Y tiró sobre la mesa la cruel realidad que vive aquel deportista que tiene todo el potencial y que necesita ese empujón externo para poder llegar: “cuando ya estás arriba todos quieren la foto, pero cuando empezás son muy pocos los creen en uno”.
“Tampoco exijo mucho a las personas, pero me cansé de esperar. No espero nada de nadie, me rebusco sola. Pero ¿sabés lo que sería que apareciera alguien a dar una mano? Es muy complicado para el deportista uruguayo. Hay que trabajar, entrenar y también tenés los problemas de la vida. Es muy sacrificado porque ponés en riesgo la integridad física y mental todo el tiempo”, confesó Xiomara.
