Con un corazón lleno de sueños y un destino incierto, Álvaro Medina, el pelotari sanducero, transformó su vida y dejó una huella imborrable en el deporte de la pelota en España. Durante 22 años defendió con orgullo los colores del Club Puertas Bamar de Valladolid, convirtiéndose en un referente de este deporte que en el país ibérico siempre estuvo asociado a su nombre.
La historia de Medina y España comenzó en 2001, cuando, a los 24 años, dejó su Paysandú natal y emprendió un viaje que cambiaría su vida para siempre. «Me crié en Paysandú, jugando desde los 10 años en el trinquete de Pelotaris, un lugar que siempre fue cuna de grandes deportistas», recordó con nostalgia a Chicos las Pelotas.
Pero en ese entonces, su vida era otra. Si bien ya mostraba su calidad como deportista, trabajaba junto a su padre en el camión, haciendo viajes. Hasta que llegó la oportunidad de formar parte de la selección uruguaya de pelota y participar en un torneo en el País Vasco. «Le dije a mi madre que, si surgía algo, una oportunidad para quedarme, lo iba a intentar. Tenía esa curiosidad por saber hasta dónde podía llegar con la pelota de cuero al mejor nivel del mundo, que es España», comentó.
Aunque perdió la final de ese torneo, su rendimiento fue más que destacado. Y como un giro inesperado del destino, recibió una llamada que cambiaría su rumbo: Pedro Martínez, empresario y dueño del Club Puertas Bamar, le ofreció quedarse en España por seis meses. «Si el tren pasa, hay que subirse porque tal vez no vuelva a pasar. Yo tenía 24 años, no tenía compromisos, y decidí subirme al tren», recordó Medina. Así fue como aquel joven de Paysandú se embarcó en una aventura que lo llevaría a alcanzar logros insospechados.
Esos seis meses, que inicialmente parecían un experimento, se convirtieron en dos décadas de éxitos. «Esos seis meses se transformaron en un año, luego en tres, y después en una carrera que se fue alargando con los logros deportivos», aseguró el pelotari, quien no solo conquistó el corazón del público español, sino también el de su ahora esposa, María, quien lo acompañó durante los años más duros, cuando la distancia con su familia y su tierra pesaba más que nunca.
“Al principio, a los españoles no les gustaba nada que les ganara. Pero yo solo trabajaba, entrenaba, y me decía que tenía que hablar únicamente con los brazos, y soñar con ser el mejor dentro de la cancha. Siempre quise responder jugando”, confesó a la hora de resumir su historia.
La primera década en el Club Puertas Bamar fue gloriosa. Medina encontró en el cubano Richard González el compañero ideal para conformar una dupla imbatible. «Era una máquina de jugar y nos complementamos muy bien. Durante 10 años, ganamos todo lo que se nos ponía por delante», recordó. La pareja se convirtió en una de las más temidas y admiradas de la pelota en España, dejando una huella profunda en la juventud española. «La gente aún nos recuerda, decían ‘Medina-Richard’, y eso para nosotros era un orgullo», expresó.
Pero no todas fueron dulces. Los primeros dos años fueron los más difíciles, sobre todo por la adaptación a un país extranjero, la lejanía de la familia y la tristeza de no poder volver a su Paysandú. «Fue duro, pero cuando conocí a María, todo cambió. Me ayudó muchísimo en esos momentos difíciles», compartió. La vida de Medina en España pasó de ser una odisea de desafíos y soledad, a una historia de amor, éxitos y camaradería.
“Cuando empecé a jugar, lo hacía para divertirme, para juntarme con amigos. Pero con el tiempo llegaron otras cosas, otras oportunidades”, reflexionó. Y esas oportunidades se materializaron en forma de títulos, de una carrera que fue ascendiendo escalón tras escalón, y de una figura que, con humildad, se convirtió en la cara visible del deporte.
La muerte de Richard González en 2012, un año después de haberse retirado de los trinquetes, fue un golpe duro para Medina. «Él fue mi compañero durante una década, y su pérdida fue muy dolorosa», lamentó el sanducero.
Richard había sido clave para la carrera del sanducero. Es que se habían enfrentado a nivel de selección, y cuando se enteró que Álvaro estaba en el País Vasco, no dudó en recomendarlo a Martínez. El dueño de Puertas Bamar escuchó a su jugador estrella. Y el resto es conocido.
A pesar del duro golpe que significó la pérdida de Richard, Álvaro siguió adelante, con la memoria de su amigo y compañero siempre presente, y con la motivación de seguir sumando títulos y experiencias en su carrera.
Pasaron 22 años hasta que, en 2023 Álvaro, como le dicen en España, decidió cerrar una carrera llena de entrega, sacrificio y éxitos.
“En 2023 le dije a Pedro que sería la última temporada y que intentaría retirarme siendo campeón de España, y así fue. En 2023 se jugó la final en Pamplona y tuve la suerte de ganar por octava vez la Liga Española. Sentía que era el momento oportuno de terminar mi carrera deportiva y quería que fuera siendo campeón de España y lo pude hacer”, contó.
«Si hubiera planificado mi vida, nada habría salido como salió», confesó, con una mezcla de emoción y gratitud.
El balance de su carrera es impresionante. El legado deportivo de Medina incluye ocho Campeonatos de España, ocho Copas del Rey, siete Copas de Federaciones y tres Campeonatos de Europa. Y afuera, del trinquete, el premio mayor: María, figura clave en su vida, y sus hijos Lucía y Víctor.
Álvaro Medina la rompió en España, siendo un ejemplo de perseverancia, pasión y amor por lo que hace. Desde Paysandú hasta Valladolid, su historia es la de un hombre que, sin saberlo, marcó una era en la pelota en España, y que hoy puede mirar atrás con orgullo, sabiendo que cumplió su sueño de ser el mejor dentro de la cancha. Y, sobre todo, que dejó una huella profunda en el corazón de todos los que lo vieron jugar.

