
Hace tres años Juan Martín del Potro se retiró de las canchas de tenis. Volverá el domingo para afrontar un último juego ante el público argentino, enfrentando a Novak Djokovic, pero en medio de las expectativas de los simpatizantes, confesó que vive una pesadilla “sin final”.
Ayer, Del Potro se sinceró en su cuenta de Instagram y reconoció que vive “una pesadilla sin final”, producto de las lesiones que lo aquejaron durante su carrera.
“Entre cirugía y cirugía probaba tratamientos. Debo tener más de 100 inyecciones en las piernas, cadera y espalda. Me infiltraron, me sacaron, me analizaron, me bloquearon nervios y me quemaron tendones. Es un sufrimiento que tengo a diario”, dijo.
Tanto, que aseguró que desde 2019 “nunca más pude subir una escalera sin dolor (…) Ojalá algún día se acabe esto”
Pero el de “Delpo” no es el único caso. Hay muchísimas situaciones conocidas.
Basta recordar, por ejemplo, al exfutbolista Gabriel Batistuta confesando que se orinaba en la cama para no trasladarse al baño por el insoportable dolor en los tobillos, ya retirado de las canchas.
O que la desesperación era tal que no dudó en pedirle a su médico que le cortara las piernas porque ya no era capaz de convivir con el dolor provocado por las lesiones sufridas a lo largo de su carrera.
Más acá, varios se acordarán de las fotos de los pies destruidos, deformados, de Usain Bolt, el ser humano más rápido del planeta.
Los problemas físicos en los deportistas de alto rendimiento están a la orden del día. Estar en este selecto club puede pasar factura por el resto de la vida.
Pero no solo las lesiones: también juega la cabeza. Nadie puede olvidarse que la gimnasta estadounidense Simone Biles decidió abandonar los Juegos Olímpicos de Tokio para resguardar su salud mental, lo que reflejó en un documental más que interesante (Simone Biles vuelve a volar, en Netflix).
Pero no es el único caso. Incluso algunos han terminado en el suicidio, como la ciclista Kelly Catlin, (triple campeona del mundo en persecución por equipos y medalla de plata en Rio 2016), que en 2019 se suicidó luego de sufrir una fractura en un brazo y una conmoción cerebral a raíz de una caída. “No podía vivir a la altura de sus propias expectativas”, confesó su padre.
Al fanático, eso sí, poco le interesa. Quiere que el deportista rinda a pleno todo el tiempo, sin tener en cuenta absolutamente nada. Está lejos de preguntarse si el deporte de alto rendimiento es en realidad saludable, o es un arma de doble filo.
Está la gloria de por medio, la realización personal y el ser admirado por millones de personas. Pero todo tiene precio. Especialmente cuando el ambiente obliga a ganar a cualquier precio, algo que es totalmente contagioso.
Los beneficios de la práctica deportiva están a la vista, y está clarísimo que hacer actividad física es la mejor decisión que puede tomarse para beneficio de la salud.
En el alto rendimiento pasa lo mismo. Se mejora sensiblemente la salud cardiovascular y física, se reduce el estrés, se mejora la salud mental, se aumenta la esperanza de vida.
Pero tamaña exigencia también tiene su Lado B: las lesiones graves, que pueden no solo cortar una carrera sino hacer de la vida un infierno con el paso de los años; el desgaste físico, emocional, mental; y hasta el costo de usar, en algunos casos, sustancias para mejorar el rendimiento.
El sobreentrenamiento, que no hace otra cosa que provocar una fatiga crónica, una disminución del rendimiento y hasta aumentar la posibilidad de lesiones; el estrés por la presión de lograr resultados; y el agotamiento extremo físico y mental, son apenas una muestra de lo que puede vivir un deportista del alto rendimiento.
Hoy, más allá de las lesiones, la cabeza está en la mira: la salud mental es uno de los grandes problemas con los que convive el deporte del alto rendimiento. No solo entre quienes están sumergidos diariamente en este ritmo, sino en aquellos que se retiraron y deben lidiar con el día después.
Volviendo al principio, Del Potro volvió a poner sobre la mesa las consecuencias del deporte de alto rendimiento, que tiene su cara positiva pero también su Lado B: con el que convive el deportista y que el fanático nunca tiene en cuenta.
Acá tenés el link con las palabras de Del Potro. Vale la pena para reflexionar.
https://www.instagram.com/reel/DCzysnwJLwM/?utm_source=ig_web_copy_link&igsh=MzRlODBiNWFlZA==