El Estadio Centenario explotó. El 3 a 0 sobre Perú le dio a Uruguay la clasificación al Mundial 2026: el objetivo estaba cumplido. Marcelo Bielsa abandonó la conservadora colorada que siempre le sirve de asiento durante los partidos, se dio media vuelta y se marchó al vestuario mientras los jugadores comenzaron a festejar en la mitad de la cancha, sumando al público a la locura entre la música que subía el volumen y las luces del Centenario que daban su espectáculo.
El día después fue tiempo del festejo íntimo, organizado por los jugadores para que los protagonistas de la clasificación, junto a sus familias, dejaran afuera las tensiones y dieran rienda suelta al festejo tras haber logrado la quinta clasificación consecutiva de la camiseta celeste a un Mundial. Y cuando se habla de protagonistas no solo se hace alusión a los jugadores, sino al cuerpo técnico y funcionarios que están cerca de la selección en todo momento.
Tal como se mostró en la prensa capitalina en las últimas horas, la celebración fue en una casa alquilada a tales efectos, donde la cena se amenizó con el show de Enzo y la Sub 21, a los que se sumó Américo Young.
Fue todo locura, euforia. Como era de imaginar. Pero también hubo un momento en el que podía escucharse el vuelo de una mosca: fueron minutos de total silencio, como si el tiempo y el mundo se detuvieran.
Mientras todos celebraban, saltaban y cantaban junto a los músicos, allá detrás, casi desapercibido, estaba Marcelo Bielsa. Con perfil bajo, observó cada detalle de los festejos, esbozando una sonrisa.
Saludó, lógicamente, a cada uno de los protagonistas del festejo al llegar a la reunión. Incluyendo a los familiares de cada uno de los jugadores y colaboradores.
Después, en medio de la celebración, estalló un pedido al unísono: que hablara el entrenador.
Bielsa aceptó el pedido de subir al escenario. Y al lado del cantante Enzo Sosa, mirando como es su costumbre hacia su interior, dejó a todos en silencio para que, minutos después, el lugar estallara en aplausos y gritos de agradecimiento hacia el entrenador. El mismo al que muchos tildaron, sin conocer la realidad ni el día a día de la selección, de ser el causante de supuestos problemas internos dentro del ámbito de la Celeste por su forma de ser.
Hasta acá nada nuevo. Los videos que han aparecido en las redes muestran los festejos de los jugadores, y también la foto del entrenador arriba del escenario.
Pero ¿qué dijo Bielsa? ¿Cuáles fueron las palabras que provocaron una emoción tremenda en todos los presentes, incluyendo a los integrantes de la banda que tenía la tarea de amenizar la noche?
Agradeció a los jugadores y a todos quienes integraron este ciclo de selección, en el que se logró el objetivo primario de clasificar al Mundial. Pero fue más allá. Sin que le guste sobresalir en este tipo de situaciones, tal como manda su personalidad, el argentino no dudó en decirle a los jugadores que esa noche, la noche de los festejos, “me enseñaron algo que nunca había vivido en mi vida”.
El silencio de todos inundaba el salón. Ya no había gritos, música, saltos. Toda la atención la tenía el hombre que llegó con enorme expectativa a la selección uruguaya, el mismo que se encargó de poner al hincha los pies sobre la tierra el día mismo de su presentación. El mismo que dijo a los dirigentes que Uruguay tenía material para intentar ser protagonista en el desafío que se viene. El mismo que tuvo la enorme tarea de encaminar a una nueva generación, sin estrellas como Forlán, Suárez o Cavani.
Pero esa noche, la de los festejos, palabra más, palabra menos, el “Loco” confesó arriba del escenario: “estaba reacio a esto, pero ustedes me enseñaron que esto fortalece”. Destacó al grupo, y especialmente al hecho de que los jugadores y colaboradores estuvieran acompañados de sus familiares, de la otra cara de la selección.
“Esto que están haciendo hoy es amor, es unión. Es único”, remarcó. Bielsa agradeció y el silencio se quebró. Cuando se cerraron las palabras del técnico, volvió a estallar todo. Y no había nadie que no tuviera un nudo en la garganta tras esos minutos en el que solo retumbaban las frases del entrenador en el salón en silencio y en el corazón de todos los presentes.
