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Opinión

¡Felicidades, Milton! Y perdón por tan poco

Last updated: septiembre 19, 2025 4:25 pm
Chicos las Pelotas
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Milton Wynants y su medalla de plata
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A horas de cumplirse 25 años de la medalla de plata obtenida por Milton Wynants en la Prueba por Puntos de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, comienzan a multiplicarse los homenajes. Especialmente desde el ámbito político.

No faltan los discursos encendidos que hablan de “hazaña”, del “se puede”, de la “garra charrúa”, del “orgullo” y del “ser uruguayo”. Surgen los abrazos, las palmadas en la espalda, las sonrisas amplias. Y, por supuesto, las infaltables fotos en las que todos intentan compartir un protagonismo que en realidad pertenece solo al deportista.

Pero en medio de tanto homenaje hay silencios notorios, que hacen mucho ruido: nadie hace un mea culpa; nadie pide disculpas. Nadie recuerda que Wynants debió pedir dinero prestado para comprar la bicicleta con la que alcanzó aquella medalla. Tampoco se menciona la vergüenza de haberle otorgado apenas 400 dólares mensuales durante los últimos cinco meses de preparación olímpica, como si se tratara de una cifra suficiente. Menos aún se reconoce que entrenó entre ovejas, un hecho que algunos, con descaro, utilizan para adornar el logro con un barniz de epopeya.

Lo que sí reaparece, una vez más, es la costumbre de capitalizar el éxito ajeno. Tras el logro llegaron las fotos, los abrazos, hasta una bicicleta nueva presentada en un escenario oficial, como si no hubiera hecho falta antes. Es una escena repetida: se condena al deportista a alcanzar la hazaña por sí mismo y, recién entonces, se lo rodea para compartir el brillo de la victoria.

El sistema es tan antiguo como nefasto. Hoy lo vemos otra vez: se anuncia que una calle de Montevideo podría llevar el nombre de Julia Paternain, tras su medalla de bronce en el Mundial de maratón, sin que jamás haya contado con apoyo en su carrera. Es fácil esperar desde un sillón a que alguien logre lo imposible y, después, perfumarse para salir en la foto.

Y entonces, lo que nunca aparece en esos homenajes es la verdad: el deporte de alto rendimiento no forma parte de la agenda nacional. No existe un plan sostenido, ni un presupuesto acorde. De hecho, en el propio Parlamento donde se realizó hace algunos días un homenaje a Milton, todos hablaron y aplaudieron pero nadie puso el grito en el cielo porque el Presupuesto Nacional no contempla un solo peso destinado a construir condiciones reales para que los atletas se preparen al más alto nivel. Y, de yapa, tampoco reclamaron que no se renovará el apoyo de 30 millones de pesos para becas de 40 deportistas y 12 entrenadores, pensando justamente en el ciclo olímpico. Las palabras grandilocuentes —“hazaña”, “orgullo”, “garra”, “se puede”— quedan así vaciadas de contenido y convertidas en humo. Mucho humo.

En pocas horas se recordará la última medalla olímpica del deporte uruguayo, conseguida hace un cuarto de siglo gracias únicamente al sacrificio de Milton Wynants y de su familia. Su logro fue enorme, y su ejemplo, imborrable.

¡Felicidades, Milton! Y, sobre todo, perdón por tan poco.

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